El gobierno de Mohamed Ghannouchi (primer ministro con Ben Alí durante once años), presentado como de unidad nacional y de transición a la "democracia" pero realmente continuista, fue derribado el 27 de febrero, casi un mes después de su formación, por el movimiento revolucionario. En última instancia, esta experiencia demuestra el hecho de que la burguesía (en gran parte vinculada a la camarilla del antiguo dictador) y el aparato burocrático del Estado no pueden dar solución a los problemas de la población, y de que sólo la ruptura con el imperialismo y con el capitalismo puede hacerlo. La resolución de las demandas democráticas de las masas tunecinas (como en Egipto, Libia, y el mundo árabe en general) pasan por la transformación socialista de la sociedad.
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